Despierto. El reloj marca
las 4:27 a.m., por lo que intento averiguar qué puede haber
perturbado mi sueño. La tenue luz de la calle entra a través de las
rendijas de la persiana, el silencio parece absoluto. De repente, descubro tus manos siguiendo el
trayecto de mi cuerpo, bajando por mi espalda y rodeando mi cintura,
suavemente. Noto tu respiración, y el calor que
desprende tu cuerpo demasiado lejos de mi. Me muevo, haciéndote saber que también estoy despierta y te acercas aún más, logrando que encajen nuestros cuerpos de esa manera que solo tú y yo conocemos.
-Vámonos- dices
mientras clavas en mi tus brillantes ojos marrones.
-¿A dónde?- te
pregunto, entre soñolienta y divertida. Nuestros labios se han
encontrado, fundiéndose en un beso que no sé muy bien qué
significa, quizá un buenos días, un solo quería saber que
seguías aquí o un simple pero sincero te quiero.
-Donde tú quieras, hagamos las maletas y cojamos cualquier avión para el
que queden billetes.
-Cualquier sitio es
perfecto mientras estemos tú y yo- contesto, y ríes y me
besas, y te vuelves a reír porque estabas pensando lo mismo. Pero así somos tú y yo: dos piezas de un rompecabezas, las notas de un acorde, los versos de un poema de rima asonante, noches en vela de insomnio compartido, el "mira esos
bobos enamorados" de la gente que nos ve juntos por la calle, ese soñar juntos, ese sinfín de risas... Nosotros.
Me levanto de un salto,
tan rápido que pierdo el equilibrio y vuelvo a caer entre tus
brazos. Me miras divertido mientras empiezo a hacer una maleta, y te
vuelves a reír. Tu risa es... como la brisa en verano, más
bonita que el mejor de los silencios.
-Cómo me gusta que estés
tan loca como yo- dices, abrazándome por la espalda. Intento
deshacerme de tu abrazo para seguir manos a la obra, haciendo una
maleta sin sentido, pero tus caricias no me dejan concentrarme. Al
final me haces ceder, me giro y te beso largamente, como sé que te
gusta que te bese. Nuestros pies dejan de tocar el suelo por unos
instantes, y notamos la electricidad recorriendo nuestros cuerpos, y volamos... y nos queremos.
En medio de la
penumbra de la habitación, abrazados, nuestros ojos cerrados impiden
que sepamos si es sueño o realidad... Pero es real. Es real y
es nuestro. El brillo en mis ojos cada vez que te miro, la sonrisa
que tienen tus labios cuando nos vemos, las ganas de bailar cuando sé
que voy a verte, el calor que desprenden nuestros cuerpos al sentirse
cerca, las miradas de complicidad cuando pensamos lo mismo a la vez, los besos, y todas las estupideces que llegamos a decir... Es
real, pero a la vez un sueño.
Me separo de ti, sonrío y pregunto:
-¿A qué hora salen los primeros vuelos en el
aeropuerto?- Intuyendo el por qué de mi pregunta, me
miras de esa manera que me deja desarmada, que hace que pierda el
último atisbo de cordura que me quedaba, y respondes:
-Tranquila,
amor mío, tenemos tiempo- y agarrándome por la cintura y sin
dejar de besar mis labios, me llevas a la cama y nos convertimos de
nuevo en uno.